Ecoheroes de Nueva York
El futuro de la Gran Manzana es verde, como lo demuestran las acciones y entusiasmo de un nutrido grupo de ‘ecourbanitas’ que se han puesto a trabajar para sembrar las semillas de la ciudad que viene. Texto: Carlos Fresneda Fotos: Isaac Hernández.
Al otro lado del East River, en un tejado de Brooklyn, está germinando el presente de la agricultura urbana. Annie Novak y Ben Flanner han sabido sacarle todo el partido posible a esta superficie de más de 1.500 metros cuadrados, a cinco pisos de altura, en lo más alto de viejo edificio industrial y con el trepidante skyline de Manhattan marcando el horizonte.Annie Novak, la granjera en el tejado, admite a sus 27 años que Nueva York era el último sitio que tenía en mente cuando sintió la llamada de la tierra… “Trabajé un tiempo en Ghana y también en Latinoamérica, pero siempre me atrajo poderosamente la vida en la ciudad. Lugares como Brooklyn o Berkeley son ahora el destino natural para los agricultores jóvenes que deseamos romper con las barreras artificiales entre los urbano y lo rural”.
El huerto en las alturas no es más que la punta visible de un movimiento de agricultura urbana comparable sólo con la explosión musical de Brooklyn, la cuna de la cultura localívora. La red de Just Food, las cooperativas de consumo y los huertos comunitarios han encontrado un inmejorable caldo de cultivo en la extensa trastienda de la Gran Manzana.
En el Village aún se conserva la tradición, iniciada en tiempos por la Green Guerrillas y continuada gracias al apoyo de ecoheroínas como la actriz Bette Midler, que salvó de la piqueta decenas de jardines comunitarios amenazados en su día por el alcalde Giuliani. En el campus de la Universidad de Nueva York, en uno de esos milagrosos vergeles que brotan en medio del asfalto, tiene precisamente su pequeña parcela Colin Beavan, más conocido como el “No Impact Man”.
“El sistema no va a cambiar si antes no cambiamos nosotros”, asegura Beavan. “Uno a uno, manzana a manzana, barrio a barrio, se puede acabar cambiando una ciudad como Nueva York. Es fácil desanimarse porque los primeros en criticarte serán tu familia, tus vecinos o tus compañeros de trabajo. Pero hay que persistir y, sobre todo, conectar”.
Al otro lado del East River, en un tejado de Brooklyn, está germinando el presente de la agricultura urbana. Annie Novak y Ben Flanner han sabido sacarle todo el partido posible a esta superficie de más de 1.500 metros cuadrados, a cinco pisos de altura, en lo más alto de viejo edificio industrial y con el trepidante skyline de Manhattan marcando el horizonte.Annie Novak, la granjera en el tejado, admite a sus 27 años que Nueva York era el último sitio que tenía en mente cuando sintió la llamada de la tierra… “Trabajé un tiempo en Ghana y también en Latinoamérica, pero siempre me atrajo poderosamente la vida en la ciudad. Lugares como Brooklyn o Berkeley son ahora el destino natural para los agricultores jóvenes que deseamos romper con las barreras artificiales entre los urbano y lo rural”.
El huerto en las alturas no es más que la punta visible de un movimiento de agricultura urbana comparable sólo con la explosión musical de Brooklyn, la cuna de la cultura localívora. La red de Just Food, las cooperativas de consumo y los huertos comunitarios han encontrado un inmejorable caldo de cultivo en la extensa trastienda de la Gran Manzana.
En el Village aún se conserva la tradición, iniciada en tiempos por la Green Guerrillas y continuada gracias al apoyo de ecoheroínas como la actriz Bette Midler, que salvó de la piqueta decenas de jardines comunitarios amenazados en su día por el alcalde Giuliani. En el campus de la Universidad de Nueva York, en uno de esos milagrosos vergeles que brotan en medio del asfalto, tiene precisamente su pequeña parcela Colin Beavan, más conocido como el “No Impact Man”.
“El sistema no va a cambiar si antes no cambiamos nosotros”, asegura Beavan. “Uno a uno, manzana a manzana, barrio a barrio, se puede acabar cambiando una ciudad como Nueva York. Es fácil desanimarse porque los primeros en criticarte serán tu familia, tus vecinos o tus compañeros de trabajo. Pero hay que persistir y, sobre todo, conectar”.